Si hablamos de profesiones de riesgo, seguro que nos pasan por la mente algunas como especialista de cine, domador de leones o artificiero, pero nosotros hoy vamos a explicar por qué ser traductor o intérprete también debería entrar en la lista de aquellos trabajos que pueden hacerte sufrir física y mentalmente.
Si tú mismo te dedicas al sector de la traducción entenderás perfectamente de qué hablamos y seguramente estarás asintiendo con la cabeza mientras lees este post; pero si no eres cercano al trabajo de traductor o intérprete y no das crédito a que califiquemos estas profesiones como “arriesgadas”, vamos a explicarte los motivos que nos llevan a tal afirmación.
Tanto traductor como intérprete, son personas encargadas de transmitir un mensaje de un individuo a otro, por lo que la responsabilidad de transmitirlo de manera fidedigna es crucial, especialmente porque suelen ser mensajes relevantes. Imaginemos, por ejemplo, intérpretes y traductores de cualquier cumbre internacional, que han de transmitir mensajes con fuertes implicaciones políticas. Pueden influir en millones de personas e incluso en el transcruso de la historia y un error en el mensaje o en la forma puede llegar a provocar un enorme problema.
De la misma manera, puede que el mensaje que el cliente pide al traductor/intérprete que transmita sea una mentira o alteración del original. En este caso, si es una traducción jurada es totalmente ilegal; pero si no es jurada, el traductor/intérprete no está obligado a nada, por lo que la disyuntiva moral queda patente.
En el mundo del traductor/intérprete hay mucho freelance. Esto genera que la tarificación no responda a ningún sistema y que los precios fluctúen a capricho de oferta y demanda, y en ocasiones personas que necesitan con urgencia realizar trabajos bajen mucho sus tarifas y acaben arrastrando al resto de profesionales. Por supuesto, ser freelance o autónomo en nuestro país es un riesgo por sí solo: afrontar los altísimos pagos de impuestos, independientes del dinero que se consiga facturar, la cantidad de obligaciones legales con multitud de administraciones y los conocimientos de fiscalidad, derecho administrativo, laboral, de marketing y un largo etcétera con los que hay que contar.
Los plazos de entrega, que normalmente suelen ser ajustados, acaban por convertir la vida de un traductor en una continua cuenta atrás digna de cualquier película de acción.
Un traductor, al igual que un intérprete, tiene que dominar los temas que traduce o interpreta, para conocer sus tecnicismos y la jerga adecuada. Eso implica saber mucho de muchos temas y en múltiples idiomas, una tarea de formación contínua que exige un sacrificio notable.
Por último, y si no te han parecido suficientes razones para hacer que se dispare la frecuencia cardiaca de cualquier individuo al desempeñar estar labor; cuando la interpretación tiene un impacto mediático y se cometen fallos, estos toman una difusión mucho mayor que cuando otra persona comete un error en su profesión habitual. Para más explicación un ejemplo, y evitándo al ya clásico “supuesto intérprete de signos” de Obama en la ceremonia por la muerte de Nelson Mandela, queremos exponer un ejemplo más actual.
En éste caso de interpretación deportiva, es un error patente que la intérprete desconozca el tema, porque le impide hacer bien su trabajo. En TRIDIOM estamos especializados entre otros temas en traducción deportiva, con 6 años de experiencia en la UEFA Champions League y la Europa League.